¿Dónde quedó el moco?

Tercera llamada.

Las luces se apagan. En el escenario un pliego de papel pegado a la pared en donde se dibuja una zona bastante chafa de Belén, algo así como El Seminario en Toluca pero infinitamente menos bachudo.

Una voz le habla al Arcángel Gabriel que, presto, aparece en el escenario con una alitas como de Pollito Feliz de Cristian Castro. La voz le exige al ser celestial que les avise a los pastores, todos ellos congregados como en una marcha de los 400 pueblos, que El Salvador está por nacer. Que agarren sus chivas y le lleguen a Belén para poder hacerle un Baby Shower a María.

A su vez, tiene que ir con la dama y su esposo para avisarles que aguanten la luna de miel porque el Espíritu Santo ya hizo de las suyas y ha creado, en el vientre de María, al Redentor.

Las luces se apagan; un halo rojizo penetra tenuemente el lugar. Aparece satanás con cara de Fernández Noroña para impedir que los pastores lleguen a Belén.

Una feroz escuincla aparece. Es la Estrella de Belén.

Acto seguido, detrás de la mocosita los Reyes Magos.

Mi Baltazar personal hace su aparición escénica.

Por algún extraño ritual comienza a saltar como chapulín, ante los ojos atónitos de sus dos acompañantes.

Dice a la perfección sus diálogos, “¿Nos puede prestar – se dirige a la Estrella- un cargador para nuestro GPS? Pues no damos con Belén. Gracias”.

Justo en el segundo diálogo, el intensito de Melchor se mete el dedo a la nariz y saca tremendo moco que tiene una longitud cercana al del exavión presidencial.

Detrás de mí, la mamá del mocoso grita: “¡No te lo embarres yo atajo! ¡Cómetelo! ¡Cómetelo!” Improvisa.

Baltazar olvida su parlamento.

El moco se apodera de la escena.

Ni mirra, ni oro, ni incienso. El moco es el regalo que lleva en las manos Melchor “El velas”, Mago.

El resto de La Pastorela es ya conocido. Los ángeles le ponen una madrina celestial a los diablos que en el último minuto la “cruzazulean”.

Los pastores llegan a ver al niño Jesús y la Cuarta Transformación comienza.

De inmediato una corte arropa al Mesías, que años más tarde tomará café del Oxxo o vivirá en Ixtapan de la Sal.

Ozono, ozono en las alturas.

Aplausos.

Llantos profusos de las madrecitas al ver a las frutitas de su vientre desarrollando son insufribles talentos artísticos.

Palabras de la directora de la escuela.

En el fondo, La Navidad llegó con Luis Miguel sobrio.

Acabó la pesadilla.

Que la Navidad nos alcance.

Antes de emprender la graciosa huida, me pregunto: ¿Y el moco? Misterio. Duda. Miedo.

Alguien, seguro, se lo llevó.

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