Mi Dedo

Bendito dedo pulgar.

Te veo y, según los expertos, eres una de las pocas diferencias de las que los hombres deberíamos sentirnos orgullosos.

Qué haríamos sin ti, dedo alentador, perdonador de vida; qué haríamos sin tu benevolencia para mandar a alguien a la muerte segura o a la vida continua.

Dedo más gordo, achaparrado.

Arrugas en tu espalda dan cuenta de tu intensa actividad a través de los tiempos.

Sujetador toral.

Pésimo utencilio para tareas delicadas pero práctico destapador de obstáculos enroscados.

Hoy, base de la comunicación digital celular.

Qué haríamos sin ti a la hora de comunicar una emoción o una acción desde la red celular.

Hay quienes te mueven de una manera mágica y misteriosa. A veces creo que en esas personas tienes vida propia.

Cómo vivirían los nuevos jóvenes sin ti.

Cómo estarían en contacto, cómo se conocerían o se reconocerían.

Dedo que lo mismo puedes escribir frases tan livianas como “kpx”, o un pedacito de poema de 140 caracteres que transmita el amor o el odio.

Pequeño.

Gordito.

Chaparro.

Sin ti seria imposible chasquear.

Que las cosas sean hagan “rapidito” cuando con el dedo medio dan la indicación.

Hábil, rápido, ágil.

El que se comió el huevito.

Dedo que poco sirve para escarbar la nariz, pero perfecto para el método matriarcal de exfoliar la juvenil nariz del adolescente. Espinillas y barros caen ante tu fuerza.

Por ti me reconocen. Por ti puedo elegir autoridades. Mágico instrumento para cambiar el canal de televisión.

Dedo pulgar. Dedo que lo mismo escribe, aprieta, exprime.

Para ti sea este texto.

Dedo ignorado, a veces menospreciado.

Para ti sea un aplauso (y con las dos manos, para que sea más sonoro). Los otros cuatro dedos te reconocemos.

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