¿DÓNDE ESTÁS, MARGARITA?

Margarita se ha convertido, en los últimos días, en una especie de ángel y diablo; de agua y aceite; de Salinas y AMLO.Decenas de mensajes me han llegado para pedirme que desde lo más profundo de mi corazón perdone a Maguito. Pero, quién shingaos es Margarita?

La historia comienza con ventarrones inusitados en el Valle de Toluca, la corrupción imperante en la instalación y operación de espectaculares, y en la monstruosa impericia de las autoridades para garantizarnos servicios de calidad.

Justo a un costado de Canal donde trabajo, se encuentra la Nestle que, entre otros objetivos de la vida, tiene el de vender un chocolate espantoso llamado Carlos V.

La promoción del chocolate incluye un espectacular enorme con la figura de don Carlos entrándole al chocolate; espectacular que engalana a la empresa.

A don Carlos se le aguado el chocolate y decidió que, con los vientos, era un buen momento para bajarse de las alturas e ir al baño. Pensado esto, quiso bajar con todo y espectacular. El chiste costo el cierre por más de 12 horas del carril de Baja Velocidad de Tollocan, a la altura, entre otros lugares, de mi chamba.

Horror. Los policías, atentos, serviciales, amables, propositivos, intuitivos y botánicos, decidieron que nadie pasara por la zona, inclusive si su andar no corría peligro.

Como pudimos, cientos de empleados pasamos. Todo empezó a las nueve de la mañana. A las siete de la tarde salí del Canal y regresé 15 minutos después.

El regreso fue peor que cuando don Moisés se aventó 40 años dándole la vuelta a la misma cuadra en Egipto, en busca de leche y miel.  

Mi peregrinar llegó a todas las posibles entradas a la zona acordonada, sin éxito.

En el último retén me encontré a Margarita, elemento de la Comisión estatal de Seguridad, del área de Tránsito. Ya eran las 8:15 de la noche. A las nueve tenía que estar sentado y con la pestaña enchinada para cumplir parte de mi trabajo e informar a la población ( Ay no m…).

Justo al llegar al retén, Mago, con su 1.50 de estatura, su rape militar, unos ojos hinchados y pequeñitos y una mirada como de César Camacho bajándose del Metro, me hizo el alto y, sin agua va, me soltó: “Tú no puedes pasar”. Tómala.

-Buenas noches oficial; trabajo a 800 metros de aquí y por donde paso no corro peligro ni tampoco el gobierno estatal de que me caiga el espectacular y, si sobrevivo, sin ánimo de colgarse de mi desgracia me regale un auto, dije.

-Ya te dije que no pasas.

-No sé quién nos haya presentado para que ya nos tutiemos, pero le pido que me ayude. Voy a mi trabajo, insistí.

-Que no vas a pasar, dijo Maguín.

Acto seguido, dos camionetas de funcionarios públicos le pidieron el acceso y pasaron como si nada.

Fue entonces cuando me bajé del auto y le dije – ¿Pues no que nadie mi sargenta?

-Tú no. Entiende.

Mocos. Llamé a un teléfono de quejas de la patrulla; reporté a Mago. Expliqué su trato y el mío. Puse de testigos a dos oficiales más que les daba frío siquiera contradecir a la “Roquita Zamora” azul.

Tres minutos después le llamaron y le dijeron que me diera el pase.

-Ya pásate. Ya hiciste tu desmadrito, vomitó.

Ya para ese entonces yo parecía Gloria Trevi luego del viento infame: despeinado, con la camisa desgarrada y unas ganas inmensas de ver al doctor siquiatra.  

-Never de limón. No paso mana – ya que nos tutiamos- ahora aquí me quedo; y el desmadrito lo hiciste tú con tu actitud; tus ganas de hacerte odiar. Tu condición dramáticamente de no ser una servidora honorable.

Ya no me pararon. 12 minutos de choro y, al finalizar, aplausos tímidos de dos o tres personas que escuchaban mi perorata.

El auto lo deje ahí. Toño, amigo y compañero de trabajo fue por él, y yo me eché a correr para llegar al área de hojalatería y pintura del Canal.

Cinco minutos después Toño pasó con mi unidad y yo estaba sentado frente a la Cámara.

Margarita se quedó ahí haciéndole la vida difícil a los ciudadanos, casi por el sólo hecho de ser ciudadanos.

El espectacular nunca lo quitaron. Estamos, ahora, decididos a bajarlo a pedradas, por incompetentes. Qué hicieron, pues, 12 horas? Sencillo, se le quedaron viendo.

Todavía despierto agitado por las noches pronunciado su nombre: Margarita. Y preguntando: ¿Dónde andas que no te veo?

Ángel de la Guarda/ dulce compañía/ no me desampares/ cuando llegue Mago a mi vida.

Nos encontramos en @gflores7.

 

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