Celular Acuático

Ozono, ozono, ozono en las alturas.

En plena crisis económica; con “La bolita” Carstens de brujo, asegurando que viene una tormenta y estamos más enclenques que barda de El Molino; don Eruviel estrenando labial en todos los espectaculares, spots y publicidad diaria por su ¿informe?, y el Toluca haciendo desfiguros frente a los Rayos, mi pésimo manejo manual convirtió mi celular en un multicolor submarino con las compuertas abiertas, que en cuanto tocó el agua de la bañera decidió sumergirse en busca de los restos del Titanic particular.

Todo comenzó cuando la rudeza innecesaria del sol, obligó a Ñartañán (Alias Gjr) a pedir una urgente consagración sanitaria con las aguas del tinaco.

Preparé la bañera para que el moconetito se sintiera como Simbad, y me dispuse a bautizarlo con agua tibia y jabón suave.

Todo iba más o menos dentro de los límites de lo tolerable, cuando su hermana – mi sonrisa personal- me mando un mensaje con signos como entre egipcios y mayas que creí conveniente contestar.

Con habilidad del joven manos de tijera cuando le toca repujado, conteste el mensaje y, en pleno punto final, mis meñiques se entumecieron, contagiaron a los ocho móndrigos dedales, y dejaron caen mi celular unos 40 centímetros bajo el nivel del marecito personal del tamal.

Reacción inmediata.
¿“Ontá” el teléfono? Le pregunté a Ñarta.

Ni me peló. El muy estudiante de Tenería estaba entretenido con unos carritos híbridos en los que los choferes agonizaban por los mandarinazos a los que eran sometidos contra el agua.

La búsqueda comenzó. Como dije en un principio, el agua reclamaba a Ñartañan, por lo que, podrán imaginar, el río Lerma estaba más pulcro y más clarito que el caldo que ya para esos minutos había creado, junto con el jabón, el cuerpo del tamal.

Quise llamar en ese momento a los trabajadores del drenaje profundo de la Ciudad de México, a los buzos de Valle de Bravo o a algún salvavidas de Tepetongo. “¿Y con qué fregados teléfono les hablas”? me dijo la frutita de mi vientre, con una de esas miraditas de Enrique Ochoa, asegurando que ya no caben corruptos en el PRI, que las plazas ya están ocupadas.

En la “moder”. Minuto y medio después, mi celular fue rescatado con las consecuencias hidráhulicas que ya se imaginarán.

Ñartañán siguió tan tranquilo en su diálogo gustoso con el agua.

Pinni, la dueña de la administración local, sumergió el aparato en un kilo de arroz, con la esperanza de que cuando haga arroz con leche no se le corte, y las ondas celulares den a su postres una consistencia más amable.

Yo aquí estoy. Escribo y le echo un ojo a mi naufrago aparato, que alcanza a sacar unas burbujitas desde la pantalla.

No, no tengo respaldada mi información, ni mis contactos y fotografías.
A todos aquellos que han tenido con su doliente acuático alguna relación celular, les pido me contacten para proporcióname, de nueva cuenta, todos sus datos.

Estaré lunes y martes en una banca en La Alameda. Ahí será el minirosario de mi equipo, que es lo menos que puedo hacer por él.

Si a alguien le sobra un aparato, le suplico hagamos negocio. Necesito uno contra el agua, el jabón, la crisis y la estupidez. Ta´ fácil.

Nos encontramos en @gfloresa7

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