Soy papá. A veces unos días más que otros. Algunas noches con más sueño o con menos palabras.
Camino agradecido por la educación que mis hijos me han dado.
Son abrigo y esperanza cotidiana de que lo mejor de este país, de este mundo, está por venir.
De lejos o de cerca, cada mañana pido por ellos; cada tarde doy gracias por su presencia y, cada noche, secretamente, ruego por sus sueños y descanso.
Soy papá y no soy, ni por mucho, el mejor, el más capacitado.
En mi vida hay una hermosa estudiante de odontología, dispuestísima a sanar a miles tan sólo con la ternura de su voz y el eco de sus palabras. Abraza sin miramientos y consuela con paciencia.
Una preparatoriana inteligente, audaz, combativa. Sus reflexiones siempre me llevan a pensar que la vida a su lado es más real y lógica. Me ha enseñado nuevas palabras que sólo tienen significado en su corazón.
Una próxima confidente de secundaria. De sonrisa plena que regala todos los días a quienes se cruzan en su camino. Irrumpe siempre con sus ingeniosas formas de amar y su mirada de miel. Peinarse es su reto diario. El mío, ser digno de su amor.
Tengo un tamal de zarzamora y nubes. Es el más nuevo. Por él cuido del día.
Sus bracitos se han convertido en una almohada con olor a bosque.
Para rematar, tengo a mi papá. Que es hombre esforzado y valiente. Me enseñó a comer y a ganarme el derecho a hacerlo. A decir buenos días y gracias. A no tomar lo que no es mío y caminar en la luz.
Todos estos personajes deberán celebrar este domingo, como el fruto de su inmerecido amor hacia mi persona.
Cubren mi corazón que, imperfecto, siempre se renueva con cada uno de ellos.
A ellos, pues, gracias por la educación que me han dado.
Nos encontramos en @gfloresa7