Varios de los bellos edificios que luce nuestra capital en su Centro Histórico se deben a la creatividad de Ramón Rodríguez Arangoiti, arquitecto e ingeniero mexicano, quien junto con sus hermanos y otros profesionistas marcó una línea de avance hacia la modernidad, en especial en Toluca, donde tiene un papel determinante en su transición de Villa a Ciudad.
El majestuoso Palacio Municipal, el entonces Palacio de Gobierno -que hoy ocupa el Poder Judicial del estado- y la Catedral son las principales muestras de su talento, que en la actualidad contribuyen a definir la identidad toluqueña como parte del Centro Histórico, de conformidad con el estilo arquitectónico de la época: el neoclásico.
Nació en la Ciudad de México en 1830, estudió en el Colegio San Gregorio, se inscribió en el Colegio Militar e ingresó a la Academia de San Carlos, donde se hizo acreedor a una beca para estudiar en Europa. Fue alumno de la prestigiada École de Beaux-Arts de París, por lo que su obra muestra la orientación que se ha llamado influencia beauxartiana y que comparte con otros arquitectos de su generación, como Antonio Rivas Mercado.
Sus conceptos arquitectónicos y estéticos han sido ampliamente estudiados por académicos e investigadores, pues representan los valores de la arquitectura mexicana vigente en el siglo XIX y que trascienden al XX. También es protagonista del libro Ramón Rodríguez Arangoiti. Arquitecto del siglo XIX, de Juan Guillermo Romero Álvarez, que es ya un clásico en la materia.
Luego de sus estudios y actividades profesionales en París y Roma, regresó a México donde fue nombrado Director de las Obras de la Casa Imperial de Maximiliano de Habsburgo, por lo que le correspondió la remodelación y habilitación del Castillo de Chapultepec para fungir como residencia de los emperadores.
Su trabajo en la creación del Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia de México representa una enorme aportación a la cultura mexicana, ya que, además de encargarse de la remodelación de la antigua Casa de Moneda de la Nueva España, emprendió la labor de embalar las piezas arqueológicas que se exhibirían y de hacer inventarios detallados de los libros, objetos, pinturas y ejemplares que constituirían el acervo.
Luego de que el Segundo Imperio quedó disuelto, Rodríguez Arangoiti siguió ejerciendo su profesión de manera particular y a esa época pertenecen las obras que proyectó para Toluca, cabe señalar que la de la Catedral quedó inconclusa y fue terminada en la década de 1960 por el arquitecto Vicente Mendiola.
Sus aportaciones incluyen edificios públicos, residencias particulares, numerosos monumentos, el Panteón Francés de La Piedad y la iglesia de San José Iturbide, en el Estado de Guanajuato. A su muerte, ocurrida en 1882 en la Ciudad de México, fue inhumado en el panteón mencionado, aunque en 1890 sus restos fueron trasladados a San José Iturbide.
Aunque no era toluqueño, Ramón Rodríguez Arangoiti merece ser conocido y valorado en Toluca porque su talento, imaginación y trabajo han definido de manera muy importante nuestro entorno y, por tanto, nuestra identidad.