La pregunta vale pues, los toluqueños, siempre hemos refrendado, sobre todo cuando llegamos a Acapulco, que para sentir el verdadero rugir del Dios Tolo hay que visitar Toluca, llegar a tu casa a las tres de la mañana, y meterte a tu cama que, sin previo aviso, fue despojada de unas inenarrables sábanas de franela que ya muestran la joda quincenal de haber sido lavadas en el lavadero de piedra de Malinalco, mientras “la muchacha” se avienta, a ronco pecho, canciones de Rigo Tovar.
“Allá sí hace frío”, decimos los toluqueños, con 23 grados de temperatura, mientras los acapulqueños sacan las bufandas porque para ellos ya comienza a correr “airecito” frío.
Somos unos petulantes presumidos que aseguramos que aguantamos casi cualquier temperatura bajo cero.
Y así vamos por la vida, sintiéndonos los verdaderos herederos de los Helados Danesa 33.
Todo esto ocurría hasta este domingo, en que alguien allá arriba nos aplicó la ley del hielo y nos tiene en calidad de congelada de primaria.
En todos lados se oye el crujir de dientes y el castañeo de la postiza dentadura, ante la grosera helada que nos ha alcanzado.
“Pinchi frío”, alcanzan a decir los más decentes. De ahí para arriba, las maldiciones van en aumento.
A este paso, ni las mentadas de campaña van a lograr calentar la arena política.
Una buena dosis de ejercicios abdominales, serie de lagartijas y dos recordatorios maternales, tendrán que ser utilizados para meterle temperatura a la vida de los huehuenches toluqueños que nos colgamos de todo para taparnos de este vientecillo serpenteante que le gusta anidar en cualquier parte del cuerpo.
Y las quejas a todo lo que dan. En todos lados a los que su pingüino informador llega, le reclaman el humor del Dios Tolo para con los suyos.
Ante el panorama, no hay justificación más pura y soberana que pegarnos unos a otros, o unas a otros, o unas a otras, según sea el latido que entibie el corazón.
Ante este frío, soy capaz de abrazar, lo mismo al Cerillo Anaya – con todo y guitarrita de madera de Ixtapan de la Sal- que a Andrés Manuelovichi, que ya debe estar bien flacidito.
Lo nuestro, lo verdaderamente nuestro, en Toluca, debe ser el abrazo, sentir el mueble, el yegue.
Combatamos el frío y la distancia.
Si nos vemos por ahí, prepárate, lectora- lector queridos, que amenazo con no soltarte.
Nos encontramos, fríos pero sin arrugas, en @gfloresa7