La excursión comenzó el pasado sábado.
Acá su integrante de “Sólo para mujeres”, en tiempo de austeridad, iba con plena conciencia de la situación financiera a hacer “el mandado”, previamente autorizado por la administración actual.
Con el propósito de comenzar a enseñarle a Ñartañán el difícil acto de saber que méndigo melón, piña o papaya comprar, a base de una exploración casi prostática de cada fruta, me lo llevé al mercado.
Todo iba bien, inclusive cuando dos infames diableros estuvieron a punto de romperme el talón de Aquiles, previamente haber avisado con voz de tenor y acento irlandés “ayvaelgolpe”, hasta que llegamos a lo que Ñartañán consideró el área de mascotas.
Justo en la zona de pollerías, el mini diputado se acercó a un puesto de estos, se paró frente a la fila de pollos, gallinas, conejos y pavos colgados patas para arriba y la mirada perdida, para preguntar: ¿Y eso qué es, papá?
Mi conocimiento amplio de la gastronomía me hizo recetarle al chavito una clase tipo conferencia magistral de los animales que ahí eran exhibidos en un terrorífico museo avícola.
Acabada mi perorata que juntó a varios chicharroneros, vendedores de cerillos, nopaleras y señoras que iban a comprar piñatas con la figura de Videgaray, el moconetito me soltó: ¿Me compras uno?
De inmediato pensé en quién podría hacer un pavo semiencuerado, con cara de candidato independiente al Día de Gracias de Estados Unidos, en un molito rojo que no picara mucho para que Ñartañán se lo empujara. Nadie.
¿Y cómo te lo piensas comer, mini malechorcito?
No me lo voy a comer, lo quiero para que juguemos, para que se duerma conmigo y lo llevemos a la escuela, me contestó la criaturita.
Desde ese momento, la frutita de mi vientre, insiste en que le compre un pollo o guajolote que ya haya entregado sus plumas al Señor, para tenerlo de mascota.
Ha sido complejísimo explicarle que es imposible, sobre todo a la hora de que vayamos a alimentarlo.
El moconete insiste, y el drama crece.
Eso me pasa por llevarlo de excursión al mercado, sin tomar en cuenta que mucho es lo que existe ahí, y más lo que uno debe ver.
Gordogordogordogordogordo.
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