No hay plazo que no se cumpla y deuda que no se pague.
El respetable hace mucho que dejó de aplaudir.
Las Golondrinas suenan desafinadas. No hay en ellas un tono de nostalgia y melancolía.
En los pasillos los cuchicheos son la música que despide a los que hace seis años llegaron.
Aquellos que desde el comienzo despreciaron la ciudad, a sus “pueblerinos habitantes”, sus “primitivos” restaurantes y escazas diversiones.
Los que llegaron en plan conquistador. Como si hubieran bajado de La Pinta o la Niña, a conquistar, a domar, a enseñar a un pueblo atrasado, ignorante y torpemente analfabeto.
Ellos, que sabía hacer “bisnes”. Que alcanzaban la gloria de ser los nuevo tlatoanis que colonizarían un estado que nunca había sigo dirigido por mentes tan privilegiadas como las suyas.
Para ello habría que implantar nuevos métodos de domesticación.
La nueva casta ocupaba todos los rincones. La gloria requiere de sacrificios y el pueblo tendrá que sacrificar su certeza, seguridad, confianza y riqueza para que el paraíso que viene de Ecatepec se haga en los cielos como en la tierra.
Nuevas formas de trato entre la ciudadanía y sus redentores fueron transformadas.
Primero los reyes, después los reyes y hasta el último los reyes en el camino de los satisfactores mínimos y máximos.
El pueblo debe comprender que una nueva estirpe de ídolos se ha implantado en el atrasado campo que habita.
Pero la adoración tenía temporalidad y su ciclo se agota, y lo hace en el peor momento.
Justo en el tiempo en que la ineficiencia es más brillante, más clara.
Justo cuando el pueblo teme salir de su casa por el pánico de ser asaltado, corrompido, extorsionado o secuestrado.
Las mujeres de la comarca de más de 15 millones de habitantes entregan su vida de manera acelerada, forzada, impune. Es el costo del progreso. Es el costo de la igualdad, proclaman los dioses desde el olimpo chiquito.
La corrupción corroe a todo el sistema, pero se justifica. “Es una forma de alcanzar lo que se quiere”.
El ciclo termina en el peor momento. Con más pobres, más asaltos, más secuestros, más OHL, más negocios al amparo del poder, más casas, terrenos, mansiones, cuentas de banco repletas que vomitan el dinero del pueblo, en manos de aquellos que hoy, cabizbajos pasan por su último pago, previo a regresar a la atenea de donde llegaron hace seis años.
Se van y dejan una tierra más árida, insegura, pestilente y pobre.
Las Golondrinas los despiden con voz de urgencia, de dolor, de decepción, de exigencia.
Ya llega la nueva carabela. ¿Serán los mismos, mejores o peores?
A pesar de todo, la gente, adormilada, ha ido al puerto a recibir a los nuevos administradores.
Que callen Las Golondrinas. El ciclo empieza.
Nos encontramos en @gfloresa7