Regina (la última integrante de la cofradía agraria) le entró al chayote.
La recién llegada comenzó su etapa gastronómica mexicana y, lo primero que le recetó su soberana y amorosa madre, fue chayote.
No estoy en contra de este singular producto con el que gozo de una sana relación. Siempre me parece amable, ligero y como un pedacito de nube lleno de agua.
El problema viene en lo demagógico del asunto. No está bien visto que la hija de un obrero de los medios y la información reciba chayote. Es como si la hija de un líder sindical comiera puras papas.
He levantado mi más enérgica protesta para que “Ina” no consuma más este feliz fruto de la chayotera y reciba, mejor, un plato bien servido de frijoles charros con chicharrón de Mexicaltzingo. Exijo para ella una porción de lonchibón de los que da la fundación de Rafa Márquez, que contienen una línea de leche en polvo, tres grapitas de cacahuate y medio mazapán de “La Rosa” de nuez. Pura energía.
Los gestos que hace la minidelincuente cada que le dan chayote son una muestra clara de que el alimento “gurmet”, al que ni sal le ponen, le recuerda varios tragos de placenta que se echo durante un par de bostezos mientras vivía cómodamente en el vientre materno.
La Asamblea materno- familiar ha comenzado a deliberar mi propuesta. Primero lo harán en Campeche (para desalar la zona), luego en El Parque Sierra Morelos (con carne asada incluida), y regresarán a mi casa con un veredicto final.
Yo confío plenamente en que escuchen el llamado de sus papilas gustativas, y comiencen una reingeniería gastronómica que le permita a la Doritos nachos probar una alimentación más sustanciosa, elaborada y mexicana.
De manera especial, comenzaré una solicitud al chef que atendió a don Eruviel y su familia (que ya dejan Toluca) en la Casa Estado de México (por cierto, ¿en qué condiciones deja la casa gober?) , para que me mande una recetas infantiles que –por piedad- no incluyan nugets de restos de pollo (clásicos como menú infantil en las fiestecitas domingueras, y que siempre dan fríos y saben a taco de Obispo sin limón y salsa).
El chayote no puede ser un elemento que esté incluido en la dienta de la tribu que represento. No debemos ser, sólo por los gusto culinarios de “Ina”, una familia chayotera. Este México ya no permite semejantes situaciones.
Únanse a mi reclamo, lectora lector querido, a ir en contra del chayotazo meshica. Una pequeña ciudadana y su sonriente padre se los agradecerán.
Nos encontramos en @gfloresa7