Un estudio de las universidades de Washington en San Luis y de Stanford, Estados Unidos, así como el Centro Médico de la Universidad de Radboud, en Países Bajos, demostró que interrumpir una noche de sueño en adultos sanos de mediana edad provoca un aumento de beta amiloide, péptido asociado con el Alzheimer.
Asimismo, una semana de estar dando vueltas en la cama por las noches conduce al aumento de otra proteína del cerebro, tau, que se ha ligado a daño cerebral en el Alzheimer y otras enfermedades neurológicas.
Demostramos que el mal sueño se vincula con niveles más altos de dos proteínas ligadas al Alzheimer
, afirma David M. Holtzman, profesor del Departamento de Neurología en la Universidad de Washington y autor principal del estudio.
Creemos que quizás el sueño crónico pobre en una etapa media de la vida puede elevar el riesgo de Alzheimer más adelante
, plantea el experto, cuyo trabajo se detalla en un artículo publicado este lunes en la revista Brain,que puede ayudar a explicar por qué el sueño pobre se ha relacionado con el desarrollo de demencias como ese mal.
Más de 5 millones de estadunidenses viven con Alzheimer, que se caracteriza por pérdida gradual de la memoria y deterioro cognitivo. Los cerebros de las personas con ese padecimiento están salpicados de placas de proteína beta amiloide y enredos de proteína tau, que en conjunto hacen que el tejido cerebral se atrofie y muera. No hay terapias que se hayan demostrado que prevengan, retarden o reviertan el curso de la enfermedad.
Estudios anteriores de Holtzman y el coprimer autor Yo-El Ju, profesora asistente de Neurología, y otros han demostrado que el sueño pobre aumenta el riesgo de problemas cognitivos. Las personas con apnea del sueño, por ejemplo, patología en la que las personas dejan de respirar repetidamente por la noche, están en riesgo de desarrollar deterioro cognitivo leve un promedio de 10 años antes que las personas sin trastorno del sueño, ese problema en grado leve es una advertencia temprana del Alzheimer.
Pero no estaba claro cómo el mal sueño daña el cerebro. Para averiguarlo, los investigadores –Holtzman, Ju; Sharon Ooms y Jurgen Claassen, de Radboud; Emmanuel Mignot, de Stanford, y colegas– estudiaron a 17 adultos sanos de 35 a 65 años sin problemas de sueño ni deterioro cognitivo. Cada participante llevaba un monitor de actividad en la muñeca durante un máximo de dos semanas que medía cuánto tiempo dormían cada noche.
Luego de cinco o más noches sucesivas de usar el monitor, cada participante acudió a la Escuela de Medicina para pasar una noche en un dormitorio especialmente diseñado: oscuro, sin sonido, con clima artificial y lo suficientemente grande para una persona, perfecto para dormir, incluso cuando tenían que usar auriculares y electrodos en el cuero cabelludo para vigilar las ondas cerebrales.
Con información de : jornada.unam.mx