En menos de una semana, tres internos del Centro Estatal de Prevención y Readaptación Social “Santiaguito” murieron en circunstancias violentas, sin que la autoridad carcelaria hiciera absolutamente nada por impedirlo, lo que deja de manifiesto una falta absoluta de control en esas instalaciones, tanto en el área varonil como en la femenil.
Entre el domingo 5 y el jueves 9 de marzo de este año, en el penal estatal de Almoloya de Juárez un hombre murió acuchillado, otro se colgó –aunque hay versiones que indican que lo colgaron—y otro más se subió a una torre de vigilancia y se lanzó al vacío en un presunto acto suicida.
En los tres casos existe un común denominador: el personal de custodia y vigilancia se mantuvo ausente, ni siquiera se enteraron, de acuerdo con sus primeras declaraciones ante el Ministerio Público.
Y es que en el penal estatal de Almoloya de Juárez pasa de todo sin que la autoridad carcelaria se entere, pues en realidad no es ésa la que tiene el control de la penitenciaría, éste se deposita en un autogobierno que tiene jefe, subjefes y operadores, incluso estrategas.
La cárcel estatal de Almoloya de Juárez es gobernada por un hombre identificado como Benigno García Ramírez, apodado “El Trompo”, quien fuera, en la calle, jefe de plaza del grupo delictivo autodenominado La Familia Michoacana, quien ahora purga condena y enfrenta todavía varios procesos penales por homicidio calificado, secuestro, extorsión robo e incluso violación.
“El Trompo” es el verdadero jerarca de “Santiaguito”, él ordena, él dispone, él manda, incluso al director en turno, al que cambia cada vez que no le e cómodo, por lo que se presume que su “poder” llega más allá de las rejas y muros que dividen la penitenciaría del mundo externo.
A “El Trompo” se le recuerda como autor del secuestro y asesinato de un importante empresario, propietario de la marca de Quesos Chilchota, pero también se hizo famosos cuando sus lugartenientes acribillaron a tres policías estatales en una tienda de conveniencia ubicada en la vialidad Adolfo López Mateos, en territorio municipal de Zinacantepec; acribilló además a un policía ministerial que se supone investigaba sus actividades de venta y trasiego de drogas, particularmente marihuana y cocaína en la colonia El Seminario, de Toluca. Ese es Benigno García Ramírez.
Él es quien verdaderamente manda y ordena actualmente en el penal estatal de Almoloya de Juárez, donde el más reciente director, Miguel ángel Correa Peralta, se convirtió en uno más de sus empleados.
Por ello, en el penal de “Santiaguito” supuestamente nadie se enteró de cómo ni cuando asesinaron con un objeto punzocortante, el pasado domingo 5 de marzo a uno de los internos del área de sentenciados, a quien se le encontraron algo así como 12 heridas mortales.
Tres días después, amaneció “colgado” en una celda de la penitenciaría otro interno de nombre Inocente “N”. “La versión oficial es que se suicidó colgándose de la reja, lo extraño es que tenía las manos atadas, por lo que todavía no entendemos cómo alguien se cuelga, se amarra las manos a la espalda y luego se muere”, comentó su abogado defensor.
Pero él no fue el último, solo el caso más reciente, pues solo 24 horas más tarde, otro interno, Alejandro “N”, fue localizado a los pies de una de las torres de vigilancia, la cual por cierto no se utiliza desde hace más de tres años, porque según el personal de custodia de la cárcel, esa torre “está maldita”.
La historia indica que el primero en morir en esa torre fue un custodio que cumplía su función de observación, cuando presumiblemente resbaló y cayó, falleciendo al instante. Por eso los demás custodios se niegan a subir ahí a vigilar, pues temen les pase lo mismo.
Pero desde esa misma torre han muerto otros, en este caso internos, quienes simplemente amanecen muertos. En esos casos la versión oficial ha sido suicidio; es decir, las autoridades carcelarias aseguran que los presos suben y se arrojan, “cuando ya no aguantan la presión y melancolía de estar aislados del mundo exterior”.
Pero la verdad “esa torre es utilizada desde hace varios años por el autogobierno del penal de la cárcel de “Santiaguito” como un auténtico centro de sacrificios, a donde suben a la fuerza a aquellos internos que no le son cómodos al “jefe”, a “El Trompo”. “Quienes no pagan a tiempo las cuotas de seguridad, quienes se niegan a obedecer a El Trompo en cosas como la faena, o quienes intentan asumir el control de alguna área, esos son los que amanecen muertos debajo de la torre maldita”, aseguró un preso que aceptó ser identificado como “Israel”, aunque su nombre realmente es otro y se tiene plenamente ubicado.
Sin embargo, la realidad es que el autogobierno que encabeza “El Trompo” no podría operar sin la complacencia y complicidad de alguna autoridad carcelaria. Tal fue el caso de un jefe de custodios al que todos recuerdan como “El Gato”, porque tenía los ojos verdes.
“El Gato” era el que le traía todo a “El Trompo”. “Él se encargaba de que El Trompo tuviera cosas buenas para comer, que nunca le faltara la televisión, el teléfono celular, incluso tenía computadora e internet en su celda”, recuerda Israel.
Y aunque “El Gato” ya no labora en Almoloya de Juárez, porque fue sometido a proceso sancionador y luego reubicado a otra penitenciaría estatal, en Nezahualcóyotl, la verdad es que “El Trompo” siempre encuentra a alguien que le “opere” para él mantener el control de esa cárcel.
El poder de “El Trompo” es tal que ha sido capaz de dotar de armas de fuego a algunos internos que en su momento intentaron evadirse de la prisión.
“El Trompo” es también quien “administra” los servicios médicos al interior de la cárcel de Santiaguito. Él decide a quién sí y a quién no se le suministran medicamentos cuando enfrentan algún padecimiento los internos, por supuesto a los precios que él establece para las medicinas que se venden al interior de la cárcel, las cuales van desde simples aspirinas hasta pastillas para dormir, tranquilizantes y tratamientos más sofisticados para enfermedades mentales.
Incluso, existen versiones entre los presos que, con la intervención de “El Trompo”, se han llevado a cabo cirugías estéticas en el área femenil, las cuales van desde estiramientos faciales hasta colocación de implantes de silicón para aumentar el volumen de los senos de aquellas que sí tienen para pagar.
El autogobierno de Almoloya de Juárez interviene incluso en las decisiones judiciales, es el que verdaderamente decide a quiénes se reubica en penales federales cuando tienen que cumplir alguna condena de ese nivel, pero también actúa, vía su staff de abogados, para revertir órdenes judiciales de quienes se les intenta llevar a otras penitenciarías, como ha ocurrido en más de 50 casos de presos que fueron trasladados a cárceles de Sinaloa o Nayarit, en procesos por delitos contra la salud.
El abogado José “N”, quien desde hace más de 20 años atiende la defensa de varios de los internos de este penal de Almoloya de Juárez, quien pidió la reserva de su nombre porque asegura que desde el interior “es posible ordenarse una venganza”, explicó que la poca destreza jurídica de la administración carcelaria se ha convertido en un factor para que se desarrollen complicados y largos procesos judiciales en los que siempre ganan los presos.
“La falta de pericia judicial hace que la dirección del penal de Santiaguito decida un traslado sin fundamento a otro penal, arguyendo únicamente razones como saturación de espacios, peligrosidad de los internos, incluso la presencia de plagas en la cárcel; se los llevan a donde quieren sin ni siquiera notificar al propio preso, por lo que, vía amparos, tarde o temprano regresarán a los presos al penal, pero mientras ya provocaron gastos millonarios de tipo legal tanto al Gobierno del Estado de México como a los propios familiares de los internos, situación que complica gravemente la situación legal e incluso la estabilidad emocional de los internos”, precisó el jurista.
Hoy la penitenciaría estatal de Almoloya de Juárez es un claro ejemplo de la precaria situación que enfrenta el sistema carcelario nacional, particularmente el del Estado de México. Se trata de una cárcel que fue creada en la época de los setentas para albergar un máximo de mil internos, pero actualmente hay ahí más de 2 mil 500 personas, entre hombres, mujeres y niños, éstos últimos nacidos de madres que cumplen condenas.
Para presuntamente vigilar a más de 2 mil 500 internos en el penal de “Santiaguito” hay alrededor de 60 custodios por turno, lo que equivale a que cada custodio “cuida” al mismo tiempo a 41 reclusos, lo que resulta humanamente imposible.
“Por eso ocurren tantas cosas todos los días en el penal de Santiaguito, porque no hay vigilancia carcelaria real, son muy pocos, y además muchos de esos mismos custodios son parte de la corrupción”, aclara el abogado Mejía Contreras.
Para corroborar la información contenida en este reportaje, se buscó insistentemente al Jefe de Prensa de la Dirección de Prevención y Readaptación Social del Gobierno del Estado de México, Carlos Gil Abarca, quien nunca respondió a las solicitudes de información.