Artesanos como Guadalupe Basilisa Martínez Hernández se esfuerzan por conservar viva una tradición que fusiona la herencia novohispana con una celebración prehispánica, en la que los antiguos pobladores ofrecían a sus deidades sus primeras cosechas, a través de la elaboración de mulitas multicolores.
Fue su suegra la que le heredó el gusto y amor para elaborarlas y mantener viva la tradición, enmarcada en la celebración del jueves de Corpus, desde entonces han pasado 40 años. Doña Lupita comentó que le gusta ya que además de ser un ingreso para la economía familiar lo ve como una distracción y forma de terapia.
Explicó que realizan las “mulitas” de palma o de hoja de maíz, cargadas con flores, cazuelitas, pasta y diamantina, entre otros elementos, piezas únicas que simbolizan prosperidad.
De principio a fin la artesana tarda en promedio 15 minutos en elaborar una pieza de tamaño mediano (10cm). Hace unos días entregó un pedido de más de 2,600 piezas cuyos tamaños oscilan entre los dos centímetros y el medio metro. A pesar de dominar la técnica, la mulita miniatura es la más laboriosa. Los precios son variados, van de los 10 a los 50 pesos.
Para Lupita es una tristeza ver que con el paso del tiempo las tradiciones se pierden, que las nuevas generaciones son desinteresadas por las actividades que dan identidad a sus comunidades, municipio y país; recordó que durante décadas las personas que salían a venderlas lo hacían con gusto y la seguridad de que regresarían a casa con su inversión y ganancia incluso refirió que en su caso le permitió construir su hogar.
Tuvo tres hijos, Rosa Isela es la única que le ayuda y sabe cómo elaborarlas, de sus 11 nietos solo una es la interesada en aprender y a quien le dice “es la única herencia que voy a dejarte”.