Cortar y armar elementos elaborados a base de hojas de lata, latón y cobre se convirtió en modo de expresión y fuente laboral con la que don Magdaleno Romero Sánchez, artesano toluqueño, ha sido capaz de sacar adelante a su familia.
Recordó que desde la edad de seis años elabora piezas de la rama artesanal denominada metalistería, oficio con el que todos los días se corta o quema las manos, heridas que “son huellas de nuestro arte, objetos que podemos mostrarle al mundo”.
Las manos de don Magdaleno y sus trabajadores son muestra viva del trabajo y esfuerzo que imprimen en cada hoja de metal para crear desde un portarretrato hasta un espejo de cuerpo entero, una variedad de ideas que se materializa en una amplia gama de diseños 100 por ciento toluqueños que exportan a países como España, Brasil, Estados Unidos y Holanda, y en nuestro país al estado de Michoacán y al mercado de artesanías La Ciudadela en la Ciudad de México.
En la delegación de Cacalomacán, al sur del municipio de Toluca, cercana al volcán Xinantécatl, existen talleres dedicados a la elaboración de piezas de hojalata, latón y cobre, que preservan una tradición familiar; ejemplo de ello, es el de la familia Romero Salinas, dedicada a la metalistería desde hace más de 40 años.
Desde la infancia su padre, Narciso Romero Trevilla, le enseñó la técnica y éste a su vez la aprendió del suyo, por lo que don Magdaleno es la tercera generación que se dedica a elaborar dicha artesanía en su taller. Compartió que al ser un niño se subía a un bote para alcanzar la mesa de trabajo de su padre y así comenzar a darle forma a las hojas de lata.
Actualmente tiene su propio taller que es netamente artesanal y en cuyas mesas de trabajo se distribuye la prensa, diseñada y ensamblada por su padre don Narciso; así como el soplete y herramientas como tijeras para cortar lámina, martillo, plantillas, brea, pasta para soldar, soldadura de estaño, cautín de cobre -un tipo de punzón con mango de madera, utilizado para soldar el metal- y troqueles para grabar; éstos dos últimos elaborados ya por don Magdaleno, dado que no se venden en ninguna ferretería.
Explicó que para hacer sus piezas compran hojas de lata, latón y cobre que miden un metro cuadrado, después marcan la plantilla de la pieza y la cortan, posteriormente, sobre una base de plomo realizan el martilleo o «calado» que exige gran precisión del artesano, quien la considera la parte más interesante del trabajo, ya que puede hacer gala de su creatividad con un material dócil y a la vez rebelde.