Dimitrios Pagourtzis, de 17 años, abrió fuego en una escuela de secundaria en Santa Fe, una localidad a las afueras de Houston (Texas). Empuñó un revólver y una escopeta que eran de su padre y habían sido compradas legalmente. Mató al menos 10 personas e hirió a otras 10. La policía lo detuvo. Las autoridades encontraron explosivos en los alrededores del colegio y en la casa y vehículo del asaltante.
Pagourtzis estudiaba en la escuela atacada, no tenía antecedentes penales y no estaba en el radar de la policía. El joven había escrito en diarios, su teléfono móvil y ordenador sobre sus planes de cometer un tiroteo y de suicidarse después, pero no tuvo el coraje para quitarse la vida. La incógnita más escalofriante es qué iba a hacer con los artefactos explosivos, que eran de fabricación doméstica e incluían un cóctel molotov.
El de Texas, es el tiroteo número 22 en colegios de EE UU en lo que va del año, según el recuento de la organización Gun Violence Archive. Considerando que han transcurrido 20 semanas, equivale a más de uno por semana. La violencia armada convierte a EE UU en una anomalía en el mundo desarrollado. Cada día mueren alrededor de 93 personas por disparos en el país. Hay casi el mismo número de armas privadas que ciudadanos en un país de 325 millones de habitantes y que ampara el derecho a portar armas.
Con información de elpais.com