Durante toda mi precaria educación básica –a la que le debo la posibilidad de ser un ciudadano medianamente responsable de mis obligaciones cívicas, pero gustoso del recreo, la enchilada de pura méndiga tortilla y la torta de queso amarillo que era como una cachetada de Eduardo Yáñez- escribí muchas cartas.
La mayoría eran para futuras y posibles primeras damas de mi administración, que se encantaran con una caligrafía medio chueca pero un contenido infinitamente seductor.
Algunas entendieron el fin de la misiva y otras de plano ni leer de corrido sabían.
Todas las cartas eran entregadas en mano, previa auscultación de la bases partidistas conformadas por dos o tres amigos medios perros que, de no ser consultados, se formaban en la fila de pretendientes y rompían la amistad.
Ya más “grandecito” (decir de la tía Engracia, que aseguraba que a la primera aparición de bello en cualquier región del cuerpo, merecías el nombre de jovenazo), la operación carta se limitó a pasar algunos mensajes medios cifrados, hasta que llegó el correo electrónico, y la pluma se secó.
Hace unas horas celebramos el Día del cartero, que vive anda de capa caída: el día y el cartero.
Poco utilicé a éste entrañable personaje al que conocí, sólo, entregando algunas cuentas y facturas que, de manera deliberada – a veces- arrojaba a la casa de mis papás. Documentos que de manera inmediata eran examinados por los letrados perros que siempre había en la casa, y que eran entregados en calidad de falda hawaiana, al resto de la familia.
Se van los cartero poco a poco.
Han dejado de transmitir emociones, sentimientos, noticias. Los hemos apartado poquito a poquito ante la tecnología, la inmediatez y la velocidad en la que queremos “comunicarnos”.
Yo propongo que desde hoy, lectora- lector querido- enviemos una carta a alguien, aunque sea una vez al mes.
Una carta con un buen deseo o una buena mentada (que siempre hace falta), que nos una más a la persona a la que la enviamos, o de plano, nos haga romper el protocolo.
Que nuestro mensaje camine o ande en bicicleta, y sea entregado con rectitud y decoro por un cartero. Yo le entro.
¿Quién le sigue?
Agarren a su Ufemia.
Nos encontramos en @gfloresa7