Me siento como Cesar “El quesos” Gómez Monge, actual secretarito de Salud del estado de México, en plena Víbora de la Mar de su bodorrio.
Y es que en la tripulación que encabezo, dos elementos han alcanzado un año más de vida.
Lo hacen con la firme convicción de que aquí estamos para intentar.
Sara, la mini delegada de mi Tláhuac territorial llegó a los 17 años.
Su pasión por fregar se ha perfeccionado casi tanto como su amor por su familia.
Cada día es más hermosa por dentro y por fuera. Habla de su futuro (ella sí se encarta en la vida y se descarta de la fatalidad) para ser útil a sus semejantes.
Va que vuela para ser una Doctora Juguetes amorosa y comprometida. Yo la estoy convenciendo para que estudie una especialidad en incongruencia civil, y atienda de paciente único al higadito Ruiz Esparza. Ante mi solicitud, dice que prefiere ser veterinaria, en una de esas también llegan a verla de la SCT.
Estrenando sus 17 años camina por la vida desafiando la absurda solemnidad mexicana y haciendo fiesta hasta por las nuevas notarías mexiquenses.
Es la marinera de mi alma.
El otro festejo recae sobre Pato, mi sonrisa permanente. Metida en la danza clásica, lo mismo huarachea o se avienta un zapateado de Jalisco, con la mirada amorosa.
Cumplió 14 años, y sigue intentando dejar de crecer.
Es la “tercerita”, y la más pachanguera de todas. Vive en permanente estado de catarsis y nos contagia a todos.
Quiere ser actriz y cantante. Abre el refri, ve la luz del aparato y empieza a actuar. Hay que cerrárselo para que deje de ver la luz y vuelva a su estado natural.
A esas dos frutitas de mi vientre, les agradezco la educación que me han dado y les entrego mi convicción de luchar siempre por su felicidad.
Ambas nacieron con un México que insistía en alcanzar el vuelo. Seguimos en eso.
La transa, la corrupción y la mentira se ha acelerado y establecen su reino bajo la complacencia de todos: autoridades y ciudadanos.
Me hubiera gustado que recibieran un mejor regalo de su país, pero les sigo debiendo.
Voy por otro año más y espero que el próximo haya un país más cierto, más entero y abierto.
SE CASÓ.
El secretario de Salud, César Gómez, se casó (allá él). La boda fue casi monárquica.
En los hospitales mexiquenses también lo festejaron, claro, sólo que en ellos no había cena, ni música, ni bebida, ni recuerditos, ni pantuflas para después de bailar, ni medicamentos, ni camas, ni sábanas, ni atención inmediata, ni instrumental, ni aparatos que sirvieran, ni…
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