¿Te estás haciendo el sordo o el tonto? me preguntaba, inquisitiva, la maestra de catecismo – que Dios tenga en el cochinísimo infierno- por móndriga y salinista.
La pregunta era el preludio de un sermón sobre las llamas que alcanzaría mi casi inexistente vida ante la cabeza dura que me había tocado para las cosas celestes.
Nunca me dejó contestar que me hacía el tonto.
Que creía, y sigo creyendo, que la venganza celestial ha sido inventada por el hombre para vengarse del hombre. Que Dios dejó de ser un desquitón cuando nos mandó a su hijo, al que nos encargamos de cargarle la mano.
Que lo que se siembra se cosecha y a todos nos llega la hora de cosechar.
Y es que hacerse el tonto siempre es más cómodo.
Así, en la comodidad absoluta, sobrevive esta impresentable administración encabezada por “Noteoigo” Peña Nieto, y su escudero cachetón Luis Sordigaray, que avanzan sin escuchar los ladridos, los gritos y hasta los chiflidos que les embarra el respetable.
Así pasó hace unos días cuando los dos mexicanos por patria y provincia confirmaron su condición auditiva y desoyeron la afirmación hecha por el sencillito de Trump al contestarle a un reportero que México “absolutamente” pagaría el muro que el güero piensa construir para que de este lado de la barda hagamos un mega frontón.
La pregunta la hizo el Pistachón Zig Zag, luego de una reunión entre ambos presidentes, en los que intercambiaron tips para mantener más sano el cabello, y platicar sobre los últimos libros que han leído (en este punto, la plática sólo duró 12,3 segundos).
Los dos salieron del cuartito de la charla para decirle al mundo que ya casi eran compadres. Justo cuando se veían a los ojos y prometían que se hablarían en unos días para completar la receta de hamburguesas de chilaquiles, la pregunta del muro llegó a Trump que contestó que la pared se hará y la pagaremos los mexicanos en abonos chiquitos.
Todos escucharon la pregunta. Peor aún, todos escucharon la amenaza, la respuesta. Todos, todos, todos menos Peña y Videgaray.
A ellos, en ese momento, les habló la virgen.
“Hijos míos, los más pequeños. Quique y Huicho. Acá arriba. Les hablo. Escuchen mi voz. No presten atención a nada más que a mi mandato. Llegando a México compren su paquete vacacional de verano. Ahorita hay ofertas. No desaproveche el tiempo, que en un año ya ni reservación les van a querer hacer. Pónganse vivillos”, escucharon del cielo, mientras Trump nos la volvía a aplicar.
El güero contestó, nos salpicó, nos chamaqueó y los dos niños de Lourdes, ni se enteraron – según versión oficial-.
Ante el trance, solicito a Jesús la posibilidad de que aplique su lazarena faena y le devuelva la vida por unos minutos a mi maestra de catecismo para que, ya con voz de ultratumba les pregunte a los dos inocentes ¿De qué se están haciendo?
Nuestros dos tipos de cuidado están en riesgo de perder el oído.
Nos encontramos en @gfloresa7