Chabelo – que ya para aquel entonces tenía un centenar de primaveras acumuladas- anunciaba las reglas del concurso:
“Cuates, está retebien (frase típica de doña Delfis) fácil ganarse su pase a la Catafixia, una sala de Muebles Troncoso, una dotación completa procaries de productos Marinela, y 120 litros de Frutsi sabor papaya. Sólo tienen que trepar esta escalera semifija, llegar hasta la parte más alta, tocar el timbre de meta y cantar una canción ranchera de Cuco Sánchez; todo esto en menos de siete segundos”, decía el infame de los tenis ortopédicos.
“Para que haya certeza de que aquí somos retebien (otra) legales, nos acompaña la representación misma de la legalidad, pulcritud y honorabilidad en la persona de Virginia Cienfuegos, interventora de la Secretaría de Gobernación, que dará fe y legalidad de este concurso, chavitos”.
Aquí la confusión ideológica: En qué país la autoridad más desautorizada, menos creíble, más desacreditada -por méritos propios- podría dar fe de legalidad.
Ante la duda de un ganador o la comprobación de una trampa, Chabelo acudía a la interventora que siempre traía cara de Felipe Calderón, después de una partida de dominó en su casa, y con un ligero movimiento de cabeza, aprobaba o reprobaba lo planteado.
Su autoridad era plena, omnipresente, suprema.
El desmañanado público aplaudía la salomónica acción, Chabelo daba unos gritos horrorosos; el chavito ganador brincaba descontrolado, y el perdedor lloraba al estilo Marga López. Comerciales.
Hoy no me imagino a Osorio Chong, como representante de la vigilancia, la fe y la legalidad de un concurso. Ni siquiera a don Virgilio Andrade como interventor de Chabelo.
Algo ha sucedido que casi nadie podría creer que un interventor de ese nivel, hoy, en un programa de concursos, podría otorgar un veredicto legal.
Qué tiempos aquellos, Señor Aguilera, cuate de los cuates del interior.
Qué tiempos cuando éramos más mansos, más mensos, más dejados, más ingenuos o más creídos.
Todos querían ser interventores de la Secretaría de Gobernación. Daba prestigio, nivel y hasta reconocimiento público y entradas gratis a Chabelo.
Hoy, Don Miguel Ángel Osorio no ha podido explicar la violencia en el país, Virgilio Andrade tiene una chamba de consolación y Chabelo… ¿aún vive?
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