Contra la opinión de su señora (que acá entre nos es una mezcla perversa de Elba Esther Gordillo y Carmelita Salinas), don Javier Duarte llegó a Guatemala.
Las malas lenguas decían que andaba en Canadá en pleno derretimiento del hotel del hielo. Quería volarse la vajilla pero se le derritió en la maleta.
Ante la imposibilidad de viajar a algún punto de Estados Unidos o Europa – éste último sitio sugerido por su mujer que escribía hasta en las servilletas “quieroiraParís, quieroiraParís, quieroiraParís”, el gordis decidió cruzar la frontera sur de México en una canoa reforzada y esconderse en Guatemala donde la vida es más relajada – le había dicho su ángel de la guardia-.
“Gorrrrdo”, le dijo su mujer. “Se me antojan una fresas de Irapuato con harta crema Santa Mony de Jocotitlán, y unas enchiladas potosinas con mucha “zanoria”.
“Vieja, ves cómo andan las cosas y tú con tus antojos. Qué tal que salgo y me pepenan. Aquí en el hotel venden unos molotitos de crema pastelera rellenos de mermelada de piña que no le piden nada a las fresas. Confórmate con eso porque si me agarran nos van a dar puro dulce tradicional de tubérculo poblano”, alcanzó a decir Javi, antes de que su mujercita le gritara que cumpliera sus antojos.
Acto seguido, el veracruzano se puso sus pantalón caqui, su camisita sin planchar y un chalequito que apenas le cerraba.
“Peinate, antes de salir, gordito, porque luego se te baja retefeo el copete peñanietero que quieres dejarte desde hace dos años”, le alcanzó a gritar su esposa.
Javidú salió de la habitación, entró al restaurante a preguntar si tenían fresas de Irapuato. Se echó dos molotitos de crema pastelera, y cuando iba por el tercero le cayeron.
Lo demás ya casi todos los saben. Lo agarraron porque su cuñado tomó un vuelo en Toluca (otra vez el aeropuerto de Toluca) para llevar a los hijos del matrimonio Duarte a Guatemala. Le siguieron la pista y dieron con el anchito.
Las especulaciones de los más expertos analistas políticos aseguran que es un golpe premeditado de cara a las elecciones. Otros más aplauden – y con las dos manos- la eficacia electorera de las autoridades mexicanas.
¿Y dónde está la lana, se preguntan los demás?
¿Su señora lo mandó al matadero?
¿Consiguió las fresas de Irapuato y la crema Santa Mony?
Duarte ya sonríe pues algo prevé.
Acá sospechamos. Nos rascamos la cabeza.
A cantar La bamba, que seguro de tras de todo hay otra cosita, y arriba y arriba.
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