Raúl Pacheco Vega, profesor investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) Región Centro, elabora un estudio sobre los hábitos de consumo del agua embotellada en México, país que ocupa el primer lugar a nivel mundial en su ingesta per cápita, pues se estima que cada persona consume entre 215 y 234 litros anualmente, lo que representa un aproximado de una botella de litro cada dos días.
“Hay dos formas de calcular el consumo: yo utilicé en primer lugar la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), y luego hice cálculos de aproximación por las diferentes poblaciones y cuánto estaban gastando en agua embotellada; posteriormente, hice la interpolación a cuánto estaban consumiendo. También hay cálculos reportados por la International Bottled Water Association (IBWA), ellos hacen sus cálculos basados en los mercados, en lo que les reportan a ellos los empresarios”, explicó.
Mis cálculos, dijo, estimaron un consumo de 215 litros de agua embotellada por persona al año, los de la IBWA son mayores, pues fijan esta cifra en 234 litros. En el análisis elaborado con base en las estadísticas del Inegi, se buscaron diferencias entre regiones: en estados como Aguascalientes el consumo es un poco mayor, y en Guanajuato, menor, pero son variaciones mínimas que se ubican dentro de un rango de 10 por ciento.
“Es problemático eso, porque lo que te está queriendo decir es que tu fuente de hidratación es una fuente comercializada, no es una fuente pública. Es necesario encontrar la forma en que los gobiernos puedan ofrecer el servicio público a sus sociedades, que no lo están haciendo muchos; hay un empuje muy fuerte hacia la privatización, se acaba de privatizar en ciudades como Puebla, Guadalajara, y se está empujando que se privatice el de Tuxtla Gutiérrez”, indicó.
Un vaso con agua, por favor
Pacheco-Vega expresó que esta tendencia de los gobiernos hacia la privatización los aleja de su función pública, cediendo estas obligaciones a entidades y organismos privados, mismos que dan prioridad a la parte económica.
“Hay barreras estructurales para que la gente cambie su comportamiento de tomar agua embotellada a tomar agua de la llave. Tienen razón muchos cuando señalan la presencia de metales en el agua potable. En algunas ciudades se utilizan mucho los tinacos para que haya agua de manera continua en las casas, y los tinacos casi no se lavan, es un criadero de microorganismos y de organismos vivos”, afirmó.
Uno de los mandatos establecidos en la Constitución mexicana obliga a los gobiernos municipales a brindar el servicio de agua potable; sin embargo, estos no tienen la capacidad de hacerlo porque muchos de los sistemas operadores se encuentran en bancarrota. En ocasiones, la gente no paga por el servicio, esto origina que los organismos no funcionen de manera eficiente, dando origen al gran negocio del agua embotellada.
“Además, el suministro en México es muy dependiente de pozos y los riesgos existen. Hay que fortalecer a los organismos operadores y la infraestructura, el agua no se extrae sola, tiene uno que pagar la extracción y el tratamiento, pero aparte de pagar también tiene que haber contribución de los usuarios de hacer la sustitución del agua embotellada, tiene que ser una relación totalmente simbiótica”, subrayó.
Una de las carencias en materia de infraestructura es la falta de bebederos. En León, Guanajuato, se ha dado impulso al consumo de agua de la llave y hay parques en los que se han instalado estos equipos; el Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de León (SAPAL) abastece agua que se encuentra en buenas condiciones de purificación, sin embargo, son pocos los gobiernos municipales que promueven este tipo de políticas públicas, en comparación, dijo, en ciudades de otros países, como Madrid, existe una mayor disposición de bebederos, principalmente en la zona centro.
Por su parte, en la Ciudad de México existe una ley que obliga a los restaurantes a que proporcionen agua filtrada a sus comensales, buscando evitar que vendan agua embotellada. Esta disposición sí se pone en práctica, pero no se ha replicado en otras entidades del país.
“Entonces hay ciertas barreras estructurales para que la gente deje de utilizar agua embotellada, que son mediadas por el gobierno, pero hay otras que no son mediadas por el gobierno, son mediadas por la gente. El usuario cambiaría el consumo de agua embotellada por agua de la llave comprando un filtro o un sistema de tratamiento, pero la gente no lo hace”, mencionó.
Esto incrementa el costo de un producto de primera necesidad, pues dependiendo de la ciudad, un litro de agua embotellada llega a costar entre 100 y mil veces más caro que un litro de agua de la llave.
¿Es el agua un producto de lujo?
Pacheco-Vega realiza un estudio comparativo entre España, Francia, Irlanda, Italia y México, donde ha observado que existe una tendencia a utilizar el agua como un producto de lujo. Los italianos, por ejemplo, se enorgullecen de que se venda agua italiana, porque para ellos representa un símbolo de pureza y de lo buena que es su agua.
“En Canadá se toma mucho agua de la llave, en parte debido a la visibilidad del suministro. El suministro en México es muy dependiente de pozos, y allá el suministro viene de los glaciares, los glaciares se derriten, el líquido se almacena en presas y de esas presas viene a su grifo, entonces ellos prácticamente ven este proceso y, obviamente, hay muy buenas tuberías, pero existen riesgos: a principios de los años 2000 pasó en Walkerton, porque en esa zona de Ontario hubo una intoxicación de tipo no puntual porque dependían de pozos, y había pozos contaminados porque estaban pastando vacas muy cerca”, mencionó.
El profesor investigador del CIDE destacó que en Irlanda se presentó un conflicto muy fuerte por falta de acceso al agua potable, esto, porque en Dublín la gente no tenía dinero para pagar, entonces como era una empresa privada la que brindaba el servicio, empezaron a cerrarles el acceso a este derecho humano, situación que dio origen a numerosas movilizaciones. Agregó que en Dublín se está privatizando este servicio a través del consumo de agua embotellada, como la gente no tiene para pagar lo que cuesta el suministro directo, adquieren agua embotellada.
¿Tomas agua de la llave?
Por su parte Laura Yaniz Estrada Vivas, maestra en periodismo y asuntos públicos por el CIDE, explicó que, en su mayoría, este fenómeno tiene dos orígenes: por un lado, la población desconfía de la calidad del agua y de las tuberías que llevan este líquido hasta los hogares; por otra parte, la tradición mexicana ha popularizado el consumo de bebidas saborizadas.
“A los mexicanos no les gusta el agua simple, ese transparente e insípido líquido apenas ocupa una tercera parte de todos los líquidos que consumimos, no se puede competir con la tradición prehispánica que se ha colocado por generaciones, de las dulces aguas frescas, ni los atoles, ni el chilate ni los jugos. En el peor de los casos, con las prisas cada vez más cotidianas, la simpleza se soluciona con polvos saborizantes. Quien pide agua simple para los alimentos viola la costumbre, pero si además escoge agua del grifo, está cometiendo un acto de valentía y fe”, manifestó.
La tradición y la desconfianza tienen consecuencias, se estima que en promedio el mexicano gasta 500 pesos o más de manera mensual en botellas y garrafones de agua, lo que supera tres por ciento de sus ingresos, que es el monto máximo que una persona debe invertir en agua potable, según sugiere la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero en México, únicamente los hogares que tienen un ingreso mayor de 18 mil pesos mensuales gastan ese tres por ciento o menos.
“El agua embotellada se popularizó con la llegada del plástico, la venta de agua embotellada sin gasificar se expandió. En 1992, Bonafont se convirtió en la primera empresa mexicana en embotellar en plástico el agua para su consumo individual. Pero en México, el verdadero boom coincidió con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que facilitó el ingreso de las transnacionales”, precisó.
Recordó que en la década de los 90, la publicidad de las embotelladoras de agua resaltaba la calidad y pureza de sus botellas y garrafones, e incluso, pedían estar atentos a los sellos de garantía y seguridad, mientras que el agua del grifo generaba desconfianza y autoridades de salud hacían campañas para hervirla o clorarla antes de beberla. De esta manera, el agua que sale de las tuberías fue confinada a tareas domésticas y la demanda por el agua embotellada crecía, por ello en la actualidad hay más de siete mil microempresas mexicanas que se dedican a la purificación y embotellamiento de este líquido.
Finalmente, Laura Estrada Vivas resaltó que en una encuesta de tipo exploratorio realizada por otro egresado del CIDE, Alfredo Ortega, se encontró que 45 por ciento de quienes respondieron a la pregunta sobre por qué tomaban agua embotellada, lo hacían porque no confiaban en el agua de la llave, mientras que 28 por ciento mencionó que era la forma más práctica de consumirla.
Fuente: elsoldetoluca.com.mx