Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, había más historias que aquellas de la familia Skywalker. Esa era la idea de Disney cuando adquirió el imperio de George Lucas Lucasfilm por cuatro mil millones de dólares en el 2012, y los derechos de todo en el universo de Star Wars. Sí, seguirían narrando la historia de los Skywalker, ¿pero qué más había allá afuera?
Fue el veterano artista de efectos visuales de Lucas, John Knoll, quien pensó en contar la historia de los rebeldes que robaron los planes para la Estrella de la Muerte, aludida apenas en el texto que aparece al principio de la cinta original de 1977. Y con eso nació Rogue One: A Star Wars Story (Rogue One: Una historia de Star Wars).
La película se estrena la próxima semana para dar inicio a una serie de producciones derivadas. Ya hay dos películas más en producción, incluyendo una historia independiente sobre Han Solo prevista para el 2018. El plan es lanzar estas cintas entre los estrenos de las próximas dos entregas de la saga (el Episodio VIII se estrena el próximo diciembre).
Después de todo, si Marvel puede tener un universo, ¿por qué no Star Wars? La idea de hacer películas derivadas de Star Wars ha existido por tanto tiempo como la misma idea de Star Wars, pero hace tres décadas la propuesta hubiera sido más bien para un especial de TV o una cinta hecha directo para video. Ahora las películas derivadas son tan importantes como las principales y reciben el mismo trato: grandes presupuestos (según reportes 200 millones de dólares), estrellas emergentes y grandes campañas de mercadeo.
Para Rogue One seleccionaron al director británico Gareth Edwards, conocido por la cinta independiente Monsters(Monstruos: Zona Infectada) y el relanzamiento de Godzilla de 2014. Su vida era Star Wars, un requisito de los ejecutivos que quieren «cuidadores» para la franquicia.
El filme de Edwards se ubica en una época de conflicto y agitación en la que el Imperio crece y varias facciones rebeldes se juntan en resistencia, trayendo toda una nueva gama de nuevos personajes: la heroína Jyn Erso (Felicity Jones); su padre científico, Galen (Mads Mikkelsen); el espía rebelde Cassian (Diego Luna) y su sarcástico robot K-2SO (Alan Tudyk); un extremista, Saw Gerrera (Forest Whitaker); y un piloto del Imperio, Bodhi Rook (Riz Ahmed).
Inspirada en clásicos de la Segunda Guerra Mundial como The Guns of Navarone (Los cañones de Navarone) y rodada por el director de cinematografía de Zero Dark Thirty (La noche más oscura) Greig Fraser, Rogue One promete ser una película más cruda, colocando de nuevo la guerra en La Guerra de las Galaxias.
«Tratamos de sentirnos clavados como un verdadero equipo de rodaje en una zona de guerra y darle ese tipo de sabor», dijo Edwards, quien a veces estuvo literalmente en las trincheras con el elenco.
Ben Mendelsohn, quien interpreta al oficial imperial Orson Krennic, dijo que es «bastante intensa».
«Hay mucha batalla», dijo. «Es una película de Star Wars más dura, en ciertos aspectos, que cualquiera de sus predecesoras».
The Force Awakens (El despertar de la fuerza) y sus ganancias mundiales de dos mil millones de dólares son un acto difícil de igualar, pero Rogue One ha tenido un trayecto particularmente agitado, al menos en la imaginación del público. Hubo rumores de refilmaciones costosas y se contrató al veterano escritor de The Bourne Identity (Identidad desconocida) Tony Gilroy para que ayudara con el guión, lo que no ayudó a mitigar temores de que había problemas grandes. Aunque para cualquier megaproducción es común volver a filmar escenas, los fans se pusieron de cualquier modo nerviosos. ¿Sería esta otra precuela decepcionante? ¿O la batearían de jonrón como con The Force Awakens, una producción que, aun cuando Harrison Ford se fracturó una pierna en el plató, no exhibió debilidades?
Edwards dijo que Rogue One »simplemente creció».
«Rodamos la película de manera realista, con mucha cámara en mano, mucho estilo documental», explicó. «Se lo mostramos al estudio, que nos dio su total apoyo y nos dijo ‘miren, sea lo que sea que tengan que hacer, háganlo’. Las tomas con efectos visuales pasaron de ser unas 600 a mil 600, lo que fue maravilloso para mí. Sentí que era exactamente lo que teníamos que hacer».
Lo que eso significa para el público es otra cosa. Rogue One es tratada con un hermetismo similar al de The Force Awakens. El elenco la ha visto, pero muy pocas personas lo habrán hecho antes de su premiere del sábado en Los Ángeles.
Para Diego Luna, así debe ser. Ver The Force Awakens sabiendo muy poco de la trama le permitió vivir la experiencia como cuando era un niño.
«Uno se sentaba y dejaba que la película ocurriera frente a uno y que esas respuestas le fueran llegando a través de la voz del director, no a través de la voz de un bloguero y un reseñista y luego del tráiler y la canción y el juguete», dijo el actor mexicano. «Gracias a este hermetismo y a todos estos filtros están logrando volver a esa época en la que el cine sucedía dentro del cine».
Todo el mundo espera ver ahora qué tanta sed hay por estas películas derivadas. Se anticipa que Rogue One recaude más de 130 millones de dólares en su primer fin de semana, el segundo mejor estreno de la historia para diciembre, pero mucho menor que los 248 millones que facturó de The Force Awakens. También está la interrogante de cómo se sostendrá.
«Obviamente hay un juego con esto. ¿Pero qué quiere decir eso?», se preguntó Edwards. «El mayor riesgo que se puede tomar con Star Wars es no arriesgarse».
Fuente: La Jornada