Son cinco ya los directores técnicos que han sido removidos de sus cargos en lo que va del torneo Apertura 2016 y es que como diría el gran escritor uruguayo Eduardo Galeano: «La maquinaria del espectáculo lo tritura todo, todo dura poco, y el director técnico es tan desechable como cualquier otro producto de la sociedad de consumo». Así que técnico que no funciona simplemente es cambiado por otro como ya les sucedió a Pepe Cardozo, Luis Zubeldía, Luis Fernando Tena, Ignacio Ambriz y Pablo Marini.
Y así vemos a Ricardo Antonio La Volpe de nuevo en el América como hace veinte años. La Volpe llegó mostrando una humildad poco común en él como queriendo convencer a Ricardo Peláez y demás directivos (la afición no creo que le importe) de que había cambiado, de que con mucha más madurez «ya era otro», todo con el único fin de quedarse con el puesto tan enormemente codiciado e incluso disputado por decenas de promotores y entrenadores en los últimos días. Una vez enfundado con la chamarra americanista el bigotón dio un vuelco en su actitud y se mostró como siempre ha sido: engreído, presumido y hasta prepotente; volvió a decir que es grandioso y que nadie ha logrado en México lo que él. En resumen, regresó a lo que es su esencia: la soberbia.
No voy a juzgar la carrera de La Volpe. A mí me parece que es un buen director técnico cuyo máximo logro fue encontrar, de acuerdo con la virtudes naturales de los futbolistas aztecas, el estilo de juego apropiado para el futbol mexicano: intensidad los 90 minutos, resistencia aeróbica, buena técnica individual, disciplina táctica para jugar en equipo y en bloques tanto al ataque como a la defensa. Con estos elementos La Volpe hizo una selección mexicana más que competitiva que deslumbró al mundo en la Copa Confederaciones 2005.
Sin embargo, «El hombre es estilo» como dice el admirado periodista Guillermo Ochoa padre, frase que yo interpreto como que las personas no cambiamos, ya nacimos y nos educaron con una esencia que por más que maduremos no podemos modificar debido a que se encuentra en lo más profundo de nuestro ser. Y la esencia de La Volpe es la soberbia y es precisamente ésa soberbia la que no ha permitido al entrenador argentino convertirse en un ganador. Sólo espero que los dirigentes águilas no se arrepientan de haber contratado al bigotón en una etapa tan trascendental como la celebración del centenario y en la que ya no hay tiempo de dar marcha atrás.
Caso muy diferente es el de Tomás Boy y aquí me permito dar otra cita del genial Eduardo Galeano: «Más bien la televisión se complace exhibiendo la crispación en el rostro del técnico, y lo muestra mordiéndose los puños o gritando orientaciones que darían la vuelta al partido si alguien pudiera entenderlas». El buen Tomás Boy es por esencia exhibicionista; le encanta que lo tomen las cámaras de televisión; le gusta que se hable de él, bien o mal, pero que se hable de él. Lo que pasa es que recientemente se habló mucho más de que podía dejar el puesto de entrenador de la máquina (puesto muy codiciado también) y a la primera oportunidad que se le presentó al «Jefe», sabiendo que mis compañeros de la televisión están al pendiente de todo lo que haga y como estaba obteniendo un resultado positivo, salió con una francamente ridícula exhibición que le trajo más críticas que beneficios. A mí no me molesta ni me parece grave lo que hace Tomás, creo que es parte de su esencia y mientras no insulte o se pelee, no le veo problema pero sí pienso que Billy Alvarez y toda la dirigencia azul deben estar preocupados por la imagen que puedan darle al club cementero los bailecitos y las burlas del flamante técnico azul.
Y siguiendo con Galeano, abusando mejor dicho de él, aquí les presento este párrafo: «Los reveses sufridos no empañan la conquista de una claridad conceptual que el técnico ha caracterizado como una síntesis de muchos sacrificios necesarios para llegar a la eficacia». Me acordé del entrenador nacional Juan Carlos Osorio… no sé por qué.
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