YO QUIERO MI GUARRO

Porque está de moda; porque es cool; porque da prestigio; porque revela nivel (de miedo?); porque se siente padre; porque es lo de hoy.

Cuarto de primaria. Acá su tenochca sobrevivía al Mundial de fut, que a todos traía patas y mentes intentando pegarle a un balón.

Una mañana, pese a que mis gustos no pasaban ni rozando por el futbol, mi papá, con ventajoso juicio, pasó por mi a la escuela y sin agua va me llevó hasta Neza – que hoy y en ese entonces, era como entrar de huaraches y sombrero a la oficina de Donald Trump a pedir trabajo- dispuestísimo a llevarme a un partido mundialista.

Llegamos a Neza con los tapones y espejos retrovisores completos, y regresamos del mismo modo.

El juego, pasado por un chubasco, tuvo de todo, incluyendo un güero borracho que decidió ser Juan Escutia y se aventó a la cancha desde un diminuto palco, enredado en la bandera de su país (Dinamarca), exigiendo, creo, su pago de utilidades.

El muy baboso no contaba con una malla metálica que hacía las veces de contenedor de basura para la zona baja de la cancha, y ahí quedó en calidad de Juanga, con la muñeca quebrada.

Dinamarca ganó a Escocia uno- cero.

El aspirante a clavadista de la Quebrada apenas disfrutó el triunfo. Lo agandallaron tres guaruras de un funcionario federal al que, de no haber sido por la malla, le hubieran aplicado el tope volador danés.

El pequeñito servidor público, alzó la mano y sus escoltas tomaron al volador y lo echaron del estadio.

Al otro día, en la escuela -donde también se realizaba un salvaje Mundialito de fut con un Frutsi relleno de papeles y piedra- un par de niños celadores de un pirrurrete menor, se descontaron a un chavito que osó derribar al pirrurrete en una jugada que, como dicen los odiosos comentaristas, no traía nada.

El ofendido siempre llevaba dos guarritos de sexto que eran el terror de la escuela.

Su pago eran todas las enchiladas que les cupieran a la hora del recreo.

El futuro de esos dos guardaespaldas estaba asegurado con Emir Garduño.

Nunca fueron expulsados.

Su amo y señor es, hoy, un funcionario menor en una dependencia inservible del gobierno estatal.

Los guaruras le daban confianza, seriedad y profesionalismo.

Este fin de semana estuve en Ixtapan de la Sal, que gracias a don Enrique Peña y distinguidos que le acompañan, se ha convertido en la tierra del guarro.

Por todos lados están, atentos a que ningún danés caiga del cielo.

Si entre ellos no se reproducen, de dónde sale tanto.

Que vivan los guaruras, que de ellos será el reino de los funcionarios.

Pido que en Julio Regalado haya dos por uno. Uno es poco, dos es medio decente, pero cuatro lo hacen a uno insuperable.

Nos encontramos en @gfloresa7

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