El Louvre, el museo más visitado del mundo y un símbolo global del arte y la belleza, ha resistido la guerra, el terrorismo y la pandemia, pero este día fue paralizado por su propio personal en huelga, que dice que la institución se está desmoronando bajo el peso del turismo masivo.
Era una visión casi impensable: el hogar de las obras de Leonardo da Vinci y milenios de los mayores tesoros de la civilización, paralizado por las mismas personas encargadas de dar la bienvenida al mundo a sus galerías.
Miles de visitantes varados y confundidos, con sus entradas en la mano, fueron acorralados en filas inmóviles junto a la pirámide de cristal de IM Pei.
El Louvre se ha convertido en un símbolo del turismo al límite. Mientras los lugares de interés, desde Venecia hasta la Acrópolis, se apresuran a reducir las aglomeraciones, el museo más emblemático del mundo, visitado por millones de personas, está llegando a su propio punto de quiebre.
Tan solo un día antes, protestas coordinadas contra el turismo se extendieron por el sur de Europa. Miles de personas se congregaron en Mallorca, Venecia, Lisboa y otros lugares, denunciando un modelo económico que, según afirman, desplaza a la población local y erosiona la vida urbana. En Barcelona, activistas rociaron a los turistas con pistolas de agua, en un intento teatral de «frenar» el turismo desbocado.
La huelga espontánea del Louvre estalló durante una reunión interna de rutina, ya que los asistentes de la galería, los agentes de venta de entradas y el personal de seguridad se negaron a ocupar sus puestos en protesta por las multitudes inmanejables, la falta crónica de personal y lo que un sindicato llamó condiciones de trabajo «insostenibles».
Es raro que el Louvre cierre sus puertas. Ha ocurrido durante la guerra, durante la pandemia y en varias huelgas, incluyendo paros espontáneos por el hacinamiento en 2019 y temores por la seguridad en 2013. Pero rara vez ha sucedido tan repentinamente, sin previo aviso y a plena vista de la multitud.
Es más, la interrupción se produce apenas unos meses después de que el presidente Emmanuel Macron revelara un amplio plan de una década para rescatar al Louvre precisamente de los problemas que ahora están en auge: fugas de agua, peligrosas oscilaciones de temperatura, infraestructura obsoleta y un tráfico peatonal mucho mayor de lo que el museo puede soportar.
Pero para los trabajadores sobre el terreno, ese futuro prometido parece distante.
Con información de: proceso.com.mx