Las playas públicas de Cancún presentan una considerable pérdida de superficie, como resultado de diversos factores naturales y causados por el hombre, como el cambio de uso de suelo, sostuvieron colaboradoras de la Revista “El Periplo Sustentable”, editada por la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Autónoma del Estado de México
Las autoras del trabajo “Causas y efectos de un destino no sustentable: Caso playas públicas de Cancún, Quintana Roo”, Christine Elizabeth Mc Coy Cador y Ana Pricila Sosa Ferreira, comentaron que hicieron una evaluación de 14 playas que eran consideradas públicas en esta zona turística.
Las investigadoras de la Universidad del Caribe y de la Universidad La Salle, Cancún, puntualizaron que entre los principales problemas que las han disminuido, tanto en número como en extensión, se encuentra la erosión, fenómeno natural en las playas a causa de huracanes y diversos movimientos del mar.
No sólo estos fenómenos naturales, dijeron, contribuyen a este desgaste, pues también influye “la arrogancia de las autoridades que no escucharon a expertos que señalaron que debía construirse con metros de alejamiento de la duna y no a pie de playa, lo cual fomenta que los arenales paulatinamente desaparezcan las grandes longitudes de playa”.
Por otro lado, aseguraron que la afectación más grande a las playas públicas fue la búsqueda de un bien individual, en lugar del bien común, a pesar de que las playas públicas son un bien común. “El cambio de uso y abuso de suelo de forma arbitraria llevaron a cambiar la playa pública por algo comercializable, como es el caso del uso de servicios turísticos y de recreación”.
Advirtieron que si no se generan estrategias que eviten la carga ambiental del destino, el impacto de la actividad turística en las playas, que ha provocado la pérdida de 91por ciento, Cancún podría terminar con 3.14 por ciento de playas públicas.
Las expertas enfatizaron la necesidad de recuperar la perspectiva de sustentabilidad con la que nació el destino y fomentar el respeto a los pocos espacios que quedan como playas públicas, al tiempo de no permitir que se comercialicen o cambien el uso de suelo.