Afonía del Cicerone. Se nos fue, y nada

Se nos fue, y nada

 

Ya pasó. Con sus discursos, sus oraciones, su humildad, su cansancio, sus arrebatos (no jales que descobijas) y su sombrero de charro, el papa Francisco ya descansa su peregrinar en El Vaticano.

Aquí, días antes de que llegara, se nos estaba haciendo engrudo el atole.

¿Qué diría? ¿A quién regañaría? ¿Cómo lo tomarían los regañados? ¿Qué vendría a descubrirnos, a revelarnos? ¿Le tupiría el gobierno? ¿Le pegaría al clero?

De todo hubo un poco.

En los medios de comunicación, nos cansamos de decir (me incluyo) y de escuchar, que don Francisco no vendría a resolver nada pero sí a “inyectar esperanza” (que es como la vacuna contra la influenza pero más profunda), para cambiar el sentir y hacer de muchos mexicanos.

A los suyos, el papa les dijo que se dejen de vaciladas y le entren como hombres a las confrontaciones; a los políticos, antes de que todos, con perrada incluida, exigieran una foto con el personaje del momento en Palacio Nacional, les dijo que dejaran de agandallarse la lana que no es suya y ser dignos representantes de las necesidades del pueblo.

Yo anoche soñé en ese momento.

Palacio Nacional repleto. La figura de Benito Juárez derritiéndose en pleno centro del patio principal.

Olores a perfumes caros, fragancias de altísima calidad e inciensos infantiles de Barney. Todo reunido en torno a la figura pulcramente blanca del papa.

Justo cuando Francisco comienza a decirles que le bajen a su ambición, un secretario muy cercano al poder se levanta y grita: “Tiene usted razón. Aquí están las escrituras de mi casa de campo. No tengo derecho a tener algo que no lo conseguí de la manera correcta”. Aplausos.

Uno más. “Señor, le entrego mis cuentas bancarias y hasta mi banco ( un lujito que pensé que no haría daño) que tengo en Chihuahua para ayudar a los Tarahumaras”.

Seguidito el otro. Padre, ¿ontá la Tesorería Federal?. Quiero depositar todo lo que en mis cuentas hay y que me volé del erario”.

 

“Osea, papa, te súper pido perdón y le entrego a este bonito país, mi partido y el de mi papi, que ha sido un lastre hiper mal plan para este mexiquito lindo”.

La esposa.” Don Franscico, aquí está mi casa y todos los bienes que he adquirido a base de algunas mentirillas y trabajos extraordinarios que sé que no quieres que se repitan en mi”.

Justo cuando iba a hablar el mero mero, sopas! Que me despierta un ataque de euforia y orgullo.

Se acabo mi sueño, que era sólo un sueño.

Los políticos que ese día movían la cabeza conmovidos por las palabras de Francisco, siguen tan campechanos como antes; algunos curas siguen rosándose (y la pomada, apá) con los faraones del crimen o la corrupción.

Llegó, dijo y se fue, y aquí, asistimos, asentimos y seguimos.

 

Ya habrá tiempo, quizá, para continuar otro sueño y otras realidades porque creo que hay algunas que sólo vivirán por las noches, en un país, mi país, que no quiere estar despierto.

Adiós papa.

 

Nos encontramos en @gfloresa7.

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